Un nuevo negocio, una nueva visión insospechada para mí

Soy Natalia, arquitecta graduada hace más de 10 años y que ama esta profesión como quizá no lo haga nadie más. He trabajado desde que era una estudiante, comencé como becaria en un estudio muy innovador y vanguardista que veía la arquitectura como una forma de arte. Como lo que es, aunque lamentablemente, los artistas tienen pocas salidas en el “mundo real”.

Al graduarme, muy probablemente, por presiones desde casa y desde mis compañeros, renuncié a ese estudio tan chulo y en el que me sentía tan bien. Pronto y sin darme cuenta, me vi sentada en una fría sala de espera de una gran oficina de una enorme constructora madrileña. Allí buscaban arquitectos de forma desesperada pues estaban en plena expansión y construían bloques residenciales en las ciudades satélites de Madrid en cadena.

Uno tras otro, la empresa tenía como propósito hacer dinero a manos llenas y aprovechar el boom inmobiliario. Sus dueños habían vivido en sus carnes la crisis del 2008 y ahora estaban decididos a hacer dinero antes de que la burbuja reventase de nuevo. 

¿Cómo enterré mi creatividad?

En este nuevo trabajo, la creatividad era casi un defecto. Mi trabajo era diseñar huecos de ascensores, garajes y escaleras. A veces, solo a veces, tenía la oportunidad de diseñar los parques y las zonas comunes de las urbanizaciones de la periferia. En ellas, jugarían los chiquillos de padres demasiado ocupados y los abuelos con demasiado tiempo libre, se verían criando de nuevo. 

En ellos pensaba y diseñaba bancos amplios, ergonómicos y que fueran súper cómodos para los pobres jubilados que volverían a las labores parentales después de muchos años. Pero también, creaba parques y piscinas para que la gente que pasaba tantas horas de trabajo en una oficina, pudieran, al menos un par de tardes de verano, olvidarse del mundo.

Pero, como pasa siempre, para mis jefes, el extra de hormigón y aluminio era un gasto innecesario que subía los costes de las unidades residenciales. Me chocaba tanto esta denominación, me parecía que en las reuniones de equipo hablaban de celdas o ratoneras y no de lugares en donde la gente viviría sus sueños y pesadillas.

Como puedes imaginar, comencé a odiar mi trabajo con todas mis fuerzas. Me sentía como una operaria de una fábrica que ponía sardinas dentro de una lata y no como un artista que está destinada a darle a la gente un espacio ideal para vivir.

O sea, no me creo una DaVinci o algo así, pero creo firmemente que la arquitectura debe dar espacios para vivir en todas sus dimensiones. Es decir, en un piso, aunque sea un pequeño piso de la periferia, la gente tiene vidas, sufre, goza y se desarrolla. Es un espacio vital y no un cubo de hormigón que representa ceros en un asiento contable.

Me fui… sin mirar atrás

Soy arquitecta y lo soy las 24 horas del día. No puedo dejar mi pasión en un cajón y trazar líneas dentro de un patrón en el que se valora más la uniformidad que la belleza y el confort. Hablé con mi jefe, que también es arquitecto o al menos eso dice su título en la pared,  y le dije cuán incómoda me ponía la forma de trabajar de la empresa.  

Me dijo una frase lapidaria: “Natalia, aquí estamos para producir dinero vendemos un producto que se llaman edificios. Nuestro trabajo es hacerlos más baratos”.

No dije nada, simplemente le entregué la carta de dimisión que ya había redactado en espera de su respuesta. No me dijo nada e incluso, me parece que ni siquiera movió un músculo de su cara. Su única respuesta fue, “Vale, ve a recursos humanos y que te preparen todo”.

Total, no tenía por qué inmutarse. Detrás de mí, había un ejército de arquitectos en paro que no habían levantado cabeza desde la crisis del 2008. Esta empresa no buscaba precisión, ideas o siquiera talento. Buscaba delineantes de planos que estuvieran certificados para firmar una maqueta o un informe técnico… ¡Y ya está!

Lloré en el parking de la empresa. Me senté en mi viejo Peugeot 208 y lloré como una niña. Me sentía abrumada y llena de rabia pero una rabia de decepción. En ese entonces, vivía aún con mis padres y recuerdo que al llegar a casa a las 4 de la tarde, mi padre me preguntó qué pasaba.

Se lo conté y después de consolarme, secarme las lágrimas y prepararme un té, me dijo algo que no entendí en su momento. Pero, fue una de las lecciones más importantes de mi vida:

“Nati… Nunca te sientas avergonzada de ser quien eres”

Y mi padre tenía razón. Nunca más sentí vergüenza por defender mi concepto y mis ideas sobre lo que es la arquitectura. Estuve muchos años haciendo proyectos privados, gente que quería que revisara sus ideas y cosas pequeñitas aquí y allá.

Por suerte, el dinero nunca ha sido un gran problema para mí, pues afortunadamente siempre he tenido el apoyo de mis padres. Pero, obviamente, siempre he querido hacerme un nombre dentro del mundo profesional.

Después de casi un año de hacer proyectos minúsculos, puntuales y de poca importancia, recibí la llamada de Javi, un antiguo compañero del primer estudio en el que trabajé. Javi era becario como yo e hicimos buenas migas pues ambos teníamos una idea muy similar de nuestra profesión.

“Nati… tengo que hablar contigo. No puedo con la cantidad de trabajo que tengo… ¡Te necesito!” 

Hasta ese momento juraba que los arquitectos teníamos dos opciones: Entrar en la Matrix y vivir haciendo planos sin vida o tratar de hacer arte pero vivir como unos miserables. Ahora, mirando atrás, estoy convencida de que esa visión la tenía porque sólo me rodeaba de gente que estaba en los dos lados de la ecuación.

Mis amigos, o eran unos corporativos robotizados o unos bohemios que diseñaban planos que solo servían para admirarlos pero que nunca verían la luz. Javi me demostró que se puede combinar mi visión del confort de un hogar bien diseñado y además, ganar dinero… Mucho dinero.

¿El secreto de Javi? RedContactos.vip

Fui al estudio de Javi… Antes de entrar, jamás imaginé lo que encontraría dentro. Al llamar a la puerta, una chica con cara sonriente me abrió la puerta y me invitó a pasar. Dentro, la cacofonía de voces y gente era increíble. Se sentía una energía positiva monumental, había al menos unas doce personas sentadas en mesas de dibujo, personas en ordenadores haciendo planos en AutoCAD y otras más discutían airadamente sobre una maqueta.

Al final estaba Javi… sonriente como siempre y con un lápiz detrás de la oreja, así lo recordaba de nuestros tiempos de becarios y veía que estaba prácticamente igual. Es decir, su físico no había cambiado mucho e incluso podría decir que estaba más guapo. 

Sus ojos brillaban, brillaban con el fulgor que tienen los que están viviendo su sueño e imagino que en ese entonces, yo no tenía. Me abrió paso en su oficina saturada de planos a la vieja usanza. Su equipo usaba softwares pero él no, Javi usaba planos de papel y plumilla.

Antes de entrar, puedo jurar que pensaba que Javi era un arquitecto más dentro de un estudio de arquitectura. Cuando me senté en su oficina mi mandíbula golpeó el suelo al descubrir que él no era un empleado más… ¡Ese era SU estudio!

Jamás imaginé mi nuevo negocio

Esto quizás sea normal en otras profesiones pero en el mundo de la arquitectura, para que un joven de menos de 30 tenga un estudio propio, tienen que pasar dos cosas: O lo ha heredado o es un crack de mucha importancia.

Conocía a Javi. Era buen arquitecto, pero no era un crack.

Sus padres eran más o menos como los míos. Trabajadores de clase media que no viven mal pero que el dinero no sobra como para hacerle un estudio a su hijo.

Javi no se andó por las ramas. Me dijo: “Nati. Estoy desbordado y necesito a alguien como tú… no, te necesito a ti”.

No podía comprender cómo en una época tan complicada con el tema inmobiliario, Javi podía estar tan saturado de trabajo. Yo tampoco me fui por las ramas y le pregunté, un poco en broma, un poco en serio: “¿Estás haciendo casas para los narcos?”

La fórmula de Javi era muy simple, tan simple que sentí un poco de envidia de no haberla pensado antes. Javi diseñaba reformas para pisos viejos en el centro de Madrid y convertía pisos desvencijados y antiguos en Lofts bohemios, modernos y muy chulos. Un grupo de inversionistas compraba lotes enteros de pisos a muy bajo precio para venderlos al doble o al triple.

Los inversionistas le pagaban a Javi por hacer el diseño y encargarse de la reforma. Esto encajaba como anillo al dedo con mi visión profesional: Transformar casas viejas, enmohecidas y desaprovechadas en pisos modernos, cálidos y espectaculares para vivir.

Javi, RedContactos.vip y yo… ¡Una combinación brutal!

Comencé a trabajar con Javi y mi mundo se enderezó. Es decir, hasta ahora, había llegado incluso a decepcionarme de mi elección de vida. Llegué a pensar que la arquitectura era una profesión en la que para triunfar necesitas venderte y acoplarte a una corriente comercial e industrializada o morir en el intento.

El que era a ese entonces mi jefe y que ahora llamo orgullosa, mi socio Javi, me enseñó que ser arquitecto es regalar a la gente espacios armónicos y bellos pero que también va de ganar dinero en el proceso. Y gané mucho dinero con Javi. En el primer mes había ganado más que en todo el año anterior haciendo proyectos a particulares y amigos de la familia. El dinero no paraba de llegar a manos llenas, el trabajo era de absoluta libertad y esto se debía al convenio que había hecho Javi con sus socios inversionistas.

Javi les dejó muy claro desde el principio a sus clientes que si no había libertad creativa, no había negocio. A los socios no les interesaba intervenir en el proceso creativo, les interesaba que podían comprar un piso en 50 mil y venderlo en 100 mil. 

Javi me asignaba un piso y me daba la libertad total de hacer, literalmente, lo que me diera la gana con el diseño arquitectónico. La única pega que me ponía Javi era el tiempo. Tenía sólo un par de meses para hacer toda la transformación pues los inversionistas imponían un plazo muy justo… Los ricos siempre tienen mucha prisa en recuperar su inversión. Eso lo aprendí muy bien y hoy es un mantra en mi vida. Poco a poco, me transformé en una persona feliz y a Javi le debo todo eso. Y por supuesto, se lo debo al networking hecho a través de RedContactos.vip.

Ahora, soy una arquitecto/empresaria

Yo puse toda la carne en el asador con Javi. ¿Y cómo no hacerlo? Javi me sacó de un agujero y me elevó a un puesto que había sido solo un sueño. Pero, al poco tiempo le devolví el favor a mi gran amigo, le di a Javi una idea que ha transformado nuestras vidas.

Si yo había reunido una pequeñísima fortuna y tenía un capital medianamente decente, cualquiera se puede imaginar que Javi había amasado aún más. Un buen día invité a Javi a casa y nos sentamos en la terraza de mis padres. Una cerveza a media tarde, se convirtió en una noche de números, proyectos y planes.

Le propuse a Javi hacernos inversionistas, comprar nuestros propios pisos, transformarlos y venderlos. Javi es un poco timorato con el tema del dinero pero le di una fórmula casi mágica: “Nos unimos a más inversionistas y así, reducimos el riesgo”.

En nuestro grupo de RedContactos.vip lanzamos la idea. Les hicimos una propuesta a nuestros contactos y al día siguiente teníamos más de 20 mensajes de inversionistas dispuestos a poner su dinero en sociedad con Javi.

Nuestro primer piso como inversores tardó un mes en reformarse y 2 semanas en venderse. Una inversión individual de 20 mil euros se transformó en una ganancia de otros 20 mil. El año pasado compramos y vendimos 6 pisos y este año, estamos en la búsqueda de abrir nuestro compás a Barcelona, Sevilla y las Baleares.

Javi está pletórico y yo en una nube, nuestros socios están flipando y todos  somos felices. Hoy puedo decir que no habría hecho nada de esto sin Javi y Javi jamás habría hecho esto sin los contactos que cultivó en RedContactos.vip. 

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