Del taller a las salas VIP gracias a un contacto
“Hijo…¿Podemos hablar un ratito al final del día? Te invito un café” 
Hoy hace exactamente 8 años de esta nota de voz de mi padre en mi móvil. Aún la conservo pues forma parte de lo que hoy es mi presente. Debo confesar que al momento de escucharla, por mi mente pasaron mil pensamientos y no todos eran buenos.
Mi padre había venido teniendo algunos problemas de salud. Una batería exhaustiva de exámenes y analíticas aún no daban resultados. El día anterior había tenido cita con el médico y esa era la razón de nuestra cita tan extraña y del escalofrío que recorría mi espalda. 
Él y yo siempre habíamos tenido buena relación pero no coincidíamos, como es lógico, en nuestras visiones del negocio familiar y de la vida en general. Mi padre había tenido que tomar las riendas del taller de marroquinería de la familia cuando aún era prácticamente un niño. Su padre, mi abuelo, se había desplomado un día entre pieles sin curtir con un infarto fulminante a los 45 años. Mi padre, un chiquillo de 15, había tenido que convertirse en hombre de la noche a la mañana y asumir una responsabilidad que era muy grande para alguien tan pequeño.
40 años de trabajo durísimo, un litro de café y dos paquetes de Ducados negro al día, habían mellado la salud de mi pobre padre. “Tengo cáncer hijo… No sé cuánto me quede, pero sí estoy seguro que no quiero morir entre pieles hediondas”.
Quería que me hiciera cargo del taller familiar.
No supe en ese momento cuál noticia era peor… Aunque quería y admiraba a mi padre, detestaba el taller.
Otra visión, otro negocio
La razón por la que detestaba el negocio era simple: Era un agujero negro de horas. Es decir, mi padre se levantaba a las 5 de la madrugada y volvía a casa mucho después del atardecer. Los fines de semana, las semanas santas, las navidades o los veranos… Su negocio era su vida, su hijo predilecto y su razón de ser.
Yo nunca he tenido esa pasión por el negocio. De hecho, en el momento que mi padre me heredó en vida el negocio, me pareció una condena más que un regalo. 
Desde pequeño, el taller fue mi campamento de verano, mi plan de fin de semana y mi primer y único trabajo. Mientras mis amigos dudaban que querían ser de mayores, yo sabía que no sería marroquinero como mi padre y mi abuelo. No quería seguir la tradición, detestaba el olor del cuero, los cortes en la mano y las interminables horas de trabajo.
Pero lo que más detestaba es que era una profesión de vocación. Si mi padre hubiera calculado cuánto cobraba por hora de trabajo, se habría dado cuenta que era un esclavo de sí mismo. El negocio nos permitía vivir bien. Mi padre tenía un mantra: “sin excesos pero sin carencias”. Nunca sobraba un céntimo pero teníamos más o menos, lo mismo que los demás.
Lo que pasa es que nuestro círculo era de curtidores, marroquineros, artesanos y personas idénticas, con las mismas penas y dichas.
Esa es una lección que aprendí desde muy joven. Si te rodeas de la misma gente pronto normalizas lo malo y sobre evalúas lo bueno. Para mi padre era normal llegar a fin de mes sin dinero pues todos sus amigos vivían igual. Yo sabía que eso no era así.
Tu círculo condiciona quién eres y quién serás
Las personas tienen la tendencia a unirse a sus pares. Por lo general, las personas buscan el consuelo de sus propias carencias entre sus iguales. La pluralización de los problemas, los hacen normales. Si te rodeas de gente que hace lo mismo que tú, verás cómo natural aquellas cosas que no lo son.
Eso era lo que nos pasaba a nosotros. Mis amigos del colegio eran los hijos de artesanos y pequeños comerciantes que vivían al límite de la precariedad. Los regalos de Reyes eran prácticamente iguales, las casas tenían pequeñísimas variaciones y el parking de nuestra urbanización parecía un concesionario de coches usados con coches idénticamente antiguos e idénticamente destartalados.
No quiero sonar como un snob o alguien que rechaza sus orígenes ahora que la vida le ha sonreído. Amo mi pasado, atesoro las tardes en bici en el barrio y recuerdo con cariño todos los momentos de mi vida. Sin embargo, confieso que si no hubiera roto el espiral, aún estaría dando vueltas a la rotonda de la vida como lo hizo mi padre y como lo hizo mi abuelo.
Desde pequeño supe que si querías surgir en la vida, tendrías que unirte a personas con otras perspectivas. Creo que esta visión me viene de mi madre. Aunque era una ama de casa más, mi madre soñaba con las imágenes de las revistas y siempre aspiraba a más. Hoy digo con orgullo que le he dado a mi madre un poco de ese sueño.
Ella siempre me repetía que tenía que elegir a mis amigos con pinza. Que un buen amigo podría ser una bendición y conocer a alguien especial podría ser la diferencia entre la riqueza y la pobreza.
¿Cómo rompí la secuencia?
Volviendo a la triste tarde con mi padre, mi corazón sintió un pellizco en el momento que me dijo: “Tendrás que hacerte cargo del negocio, yo ya no tengo fuerzas para seguir”. En ese momento mis lágrimas casi brotaron de mis ojos, sentía pena por mi padre pero también sentía una rabia incontenible por la injusta condena que me llegaba.
Pero, de pronto, una luz se encendió en mi. Aceptaría el negocio, pero con toda seguridad no seguiría la estela familiar y no acabaría como mis antepasados… caído entre fardos de piel sin curtir y con una vida tan plana como absurda.
Aprendí de mi padre el arte de la marroquinería, aprendí a hacer cinturones, carteras y los cientos de piezas que se pueden hacer con el cuero. A decir la más honesta verdad, mi padre era un maestro. Un artista que dominaba el cuero como nadie.
De hecho, su nombre resonaba en todos lados y sus piezas eran reconocidas por su calidad y sus detalles. Yo no tenía esa destreza, seguro la habría conseguido pero para ello, habría tenido que dejar mi vida en un taburete desvencijado como lo hizo mi padre.
El negocio del cuero es, como muchos otros, un negocio que a medida que crece, pierde exclusividad y se transforma en otra cosa. Es imposible masificar la joyería, el arte o los productos más exclusivos. Cuando una firma de moda llega a los almacenes de rebajas pierden su exclusividad y bajan de categoría. Por supuesto, una marca comercial puede generar millones pero no será percibida como una marca de lujo.
Por ello, sabía que los productos con la firma de mi padre eran bien apreciados en un mercado muy reducido. Sin embargo, no eran productos comerciales o que pudieran venderse en cualquier tienda.
Por lo que, si quería crecer, la masificación no era la opción. Tendría que enfocarme en darle a nuestros productos una denominación de lujo, de exclusivo y de único… ¡Y la fórmula funcionó!
Mi business plan tenía un fallo
Cuando me hice cargo del negocio, supe que no multiplicaría la producción sino que me dedicaría a crear productos dirigidos exclusivamente a un mercado de mayor poder adquisitivo. Un tipo de cliente que exige unicidad, calidad, detalles y exclusividad.
Yo no tenía la destreza de mi padre y aunque soy un artesano bastante decente, no soy un artista como mi padre. Pero, sabía que en nuestro pueblo había artesanos con tanta calidad como mi padre y que estaban subpagados en talleres que no apreciaban su calidad.
Hice un business plan ambicioso. Crearía productos de autor que serían hechos 100% a mano por un artesano que sería una firma de calidad. Es decir, en lugar de hacer lo que todos hacen y es crear productos anónimos, mis productos tendrían la firma del artesano, estarían numerados y el empaque sería un signo de lujo y belleza.
Mi mercado no serían las gasolineras de carretera que venden llaveros de cuero o cinturones que venderían algunas tiendas de la ciudad. Mis productos serían vendidos en los círculos más exclusivos de las principales capitales europeas.
¿Qué me faltaba? RedContactos.vip
Todo este business plan era casi perfecto. Crearía una marca basada en la producción artesanal y haría de cada pieza de cuero un símbolo de lujo. Todo funcionaba muy bien en mi mente y de hecho, comencé a vender mis productos en algunos mercados bastante prestigiosos… ¡Pero no era nada en comparación a lo que necesitaba!
Me faltaba algo que no tenía: Contactos.
Como decía mi madre, a quien conoces es más importante que cualquier otra cosa. Mi vida de clase media me había mantenido alejado de los clubes y círculos sociales de la clase más alta de la sociedad, o sea, mis clientes potenciales.
¿Cómo conseguiría entrar en estos círculos? No lo supe en el momento, pero uno de mis nuevos clientes me habló de RedContactos.vip. Sonaba como una red social para gente muy exclusiva, personas de éxito, empresarios y la crema y nata de la sociedad.
Al momento de enviar mi perfil, pensé que no sería aceptado pues creía que no podría nunca pertenecer a un círculo tan exclusivo. Pero, en RedContactos.vip están las personas más exitosas, con mejores experiencias y con mayores posibilidades de hacerte crecer en la actualidad.
Allí he encontrado un ambiente rodeado de personas como yo, personas que quieren triunfar en sus negocios o en sus carreras profesionales a través de contactos con otras personas de éxito. En mis redes de contactos he aprendido miles de técnicas y estrategias que pongo en práctica día a día, ha sido como un máster en negocios con conocimientos reales y 100% prácticos. Pero, lo mejor de todo es que en Redcontactos.vip he conocido a la persona que cambió mi vida e hizo que mi proyecto fuera una realidad.
El día que Adam llegó a mi vida
Como he dicho, las redes de contactos han sido más que gratificantes por todo lo que he aprendido en tan poco tiempo y las posibilidades de negocio que se han abierto a partir de conocer a las personas indicadas. He entrado en mercados imposibles de llegar de otro modo. Las redes me han permitido darle a mi negocio el rumbo que había soñado por mucho tiempo y que mis antepasados no habían podido conquistar.
Un día, que siempre estará en mi memoria, conocí a Adam. Él es un escocés que cambió las laderas de las tierras altas de Escocia por las suaves arenas de Marbella. Por temas de salud, su médico le recomendó vivir en una zona costera sin los recios inviernos escoceses y no hay nada como la Costa del Sol para tal fin.
Antes de cambiar las botas de lluvia por las chanclas y las gaitas por las castañuelas, Adam hizo lo mismo que hizo mi padre, le heredó su vieja destilería a su hijo, Matthew. Su marca no es conocida por el resto de los mortales y, de hecho, nunca verás una botella del fino whisky de Adam en un supermercado. Es un whisky hecho para conocedores y tan fino que cada botella puede superar el sueldo de muchas personas.
El match perfecto de dos visiones similares
El producto bandera de Adam (y ahora, de Matt) es su whisky de 50 años. Un destilado tan fino que se embotella en botellas de cristal de roca de edición numerada y del que sólo se producen un número limitado de botellas por temporada.
Su precioso licor termina en las copas de los lords ingleses y alguno que otro jeque árabe que tienen los medios para comprarlo. Mis productos artesanales y de autor son el toque perfecto para las finas botellas de Adam.
Mi taller le produce a cada botella de la destilería un estuche de fino cuero que se personaliza con el nombre del cliente. Además, a cada empaque, la destilería agrega una serie de productos en cuero con una serie limitada y una biografía del artesano. La marroquinería andaluza es apreciada como una de las mejores del mundo y es el perfecto complemento para un producto tan fino como uno de los mejores whiskies escoceses.
El contacto con Adam ha llegado aún más allá y ha invertido una gran cantidad de fondos en un nuevo taller exclusivo para la marca. Tenemos proyectos que aún se cuecen a fuego lento pero que, sin duda, serán el desvío del camino que necesitaba.
De otra forma o usando otro medio, jamás habría podido contactar con Adam o su hijo. Sólo a través de las redes de RedContacto.vip he logrado darle al negocio de mi familia un futuro cuyo crecimiento parece hoy infinito.
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En resumen, Redcontactos.Vip es una plataforma robusta y segura que ofrece una amplia gama de herramientas y recursos para facilitar el networking profesional. Con su enfoque en la seguridad, la privacidad y el soporte al usuario, se posiciona como una opción valiosa para profesionales que buscan expandir su red de contactos y explorar nuevas oportunidades.
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